La artillería blindada se alineaba en las afueras de la ciudad en ruinas, y sus enormes cañones lanzaban fuego mientras desataban descargas devastadoras. Las explosiones destrozaban edificios y reducían bloques enteros a escombros, mientras columnas de humo y polvo llenaban el aire. El suelo temblaba con cada salva atronadora, mientras el bombardeo incesante debilitaba las defensas enemigas y convertía el paisaje urbano en un páramo humeante.