La vasta extensión del Imperio produce una variedad sorprendentemente diversa de regimientos de la Guardia Imperial, cada uno producto de la cultura y las condiciones únicas de su mundo natal. De las ciudades colmena vienen pandilleros salvajes, brutalizados por una vida de violencia en la subcolmena, que empuñan armas rudimentarias con una eficiencia salvaje. Sus armaduras están adornadas con púas improvisadas y símbolos de pandillas, un reflejo de sus orígenes sin ley. En marcado contraste, los fanáticos religiosos de los mundos santuario marchan a la batalla con ferviente devoción, sus armaduras cubiertas con sellos de pureza e íconos sagrados, con los ojos abiertos con una creencia incuestionable mientras gritan oraciones al poderoso Dios Emperador. Hay regimientos de mundos de muerte donde la supervivencia es una lucha diaria contra la fauna y la flora hostiles, junto con fuerzas aristocráticas altamente disciplinadas de familias de nobles. Estos regimientos tremendamente diferentes, unidos solo por su lealtad inquebrantable para defender a la humanidad, se encuentran hombro con hombro en el campo de batalla, cada uno aportando su propia forma de experiencia letal a la lucha por la supervivencia de la Humanidad.